martes, 9 de diciembre de 2008

Mi leyenda.

Hace muchos años, cuando todavía iba al instituto, escribía a cada minuto que podía.Mi diario, cuentos, historias, poemas, etc. Luego me llegó de golpe la edad adulta y otras emociones que era mejor vivirlas que escribirlas (tonta de mi)y dejé de hacerlo. Tenía que haber buscado tiempo para no dejar de lado esa afición que me dió tantas alegrías cuando era una adolescente. Gané algunos premios importantes en narrativa y poesía.
Y algunas lectoras se preguntarán qué tiene que ver esto con la danza. Pues tras unos meses dándole vueltas, en los últimos días he escrito un cuento en el que he incorporado la danza tribal y el estilo fusión como parte fundamental de su trama. No bailo esta especialidad pero me apasiona observarla y apreciar la dificultad que entraña bailarla. Pues este cuento titulado "Zhariva" se lo dedico a todas las compañeras que les apasiona este baile. He tratado de crear una leyenda que explique de forma mítica de donde viene y que es el tribal y la estética fusión desde la fantasía y la imaginación.
Lo colgaré por capítulos para que no os aburráis leyendo grandes trozos de texto.
Espero que os guste.




"Zhariva"

Capítulo 1.

Se escucha en las montañas de la ruta oriental una leyenda que tiene tintes de historia bíblica.
Cuando aquel hombre arrugado me acogió en su casa, después de doce horas de interminable camino con los camellos y que una hembra se me pusiera de parto, pude respirar tranquilo.
En aquella choza-cueva había colgados mil artilugios de todos los lugares del mundo. Se ve que no era yo solo el que tenía dificultades en aquella ruta horrorosa que transcurría por un país recóndito de las montañas.
El hombre mayor me hablaba por señas ya que no hablábamos el mismo idioma. Me indicó una cueva cercana para dejar a los camellos y luego me acogió en su casa para darme cobijo y alimento.
Al momento estábamos junto al hogar degustando una consistente sopa con trozos de carne y un espeso caldo humeante y sabroso. Mientras yo comía, el hombre se levantó dificultosamente y renqueando fue hacia un baúl situado en el fondo y sacó un pequeño hatillo de piel.
Se sentó muy cerca de mí y pude apreciar que a la luz de la hoguera iban desapareciendo sus profundas arrugas y se desvelaba ante mí el rostro de un hombre de mediana edad, bien parecido y con unos chispeantes ojos oscuros que parecían haber visto la profundidad del universo.
Me inquieté. Se oían muchas historias de honrados comerciantes que desaparecían en las montañas por extraños sortilegios. Los viajes se complicaban y las caravanas eran cada vez menos frecuentes, ya que muy pocas alcanzaban su destino.
El hombre desató el hatillo y la piel que lo cubría resultó ser un mapa del mundo conocido. Reconocí mi querida Constantinopla en el mapa, tantos años alejado de ella llevando camellos de un lado a otro me obligaron a prescindir de tener una mujer e hijos que me reclamaran a volver a mi ciudad. La soledad de un comerciante de camellos que recorre el mundo en caravana le impide unirse a una tierra en concreto. Su tierra es el camino en sí.
El estraño hombre miraba interrogante tratando de averiguar qué pasaba por mi cabeza. Le señalé mi país en el mapa y asintió como si comprendiera mi dolor. Me señaló un punto entre Anatolia y la India, en el que supuse que nos encontrábamos.
Del hatillo sacó un ramo de hierbas muy extrañas que exhalaban un olor acre que provocaba cierta repulsión. Sin mediar gesto alguno lo arrojó al fuego.
Toda la habitación se llenó de un hedor insoportable en forma de humo y apenas podía respirar. Traté de salir de la choza pero el hombre me sujetó firmemente, impidiéndome escapar a la asfixia casi segura.
Pensé que era mi final, pero advertí los ojos calmados de mi anfitrión y me invadió una tranquilidad inaudita y ante mi asombro, el humo y el desagradable olor desaparecieron de la estancia y todo brillaba de una manera mágica a mí alrededor.
El hombre me miró y por primera vez habló. Y le pude entender.
- No temas nada. Has sido conducido hasta aquí para formar parte de una historia más antigua que las estrellas que iluminan la noche. Te ruego que escuches y estés atento porque esta noche cambiará tu visión del mundo.
Su voz era profunda y transmitía tranquilidad. Así que me relajé y me dispuse a escuchar. Al fin y al cabo, era solo escuchar una antigua historia, ¿qué podía sucederme?
“Cuando el mundo no era ni una idea lejana en la mente de la fuerza creadora de Misel, su hermana Zhariva, la fuerza de la tierra, tenía un día juguetón y se coló en la Sala de la Creación de Misel y danzó en el estanque de la Esencia de la Vida. A cada paso de su danza iba creciendo en el estanque tierra, plantas y animales y sin darse cuenta, en el éxtasis de su danza, Zhariva creaba el planeta que conocemos y en el que vivimos.
Mientras danzaba pensaba en bosques, selvas, animales y plantas. Hielos eternos, montañas altas, valles floridos y ríos serpenteantes. Desiertos, llanuras, islas y penínsulas. Cada vez que tomaba aire y pisaba delicadamente la superficie del estanque lo que imaginaba surgía de la quietud del estanque, tal era su poder.
Zhariva abrió los ojos y miró a su alrededor sorprendida. No podía creer lo que había pasado. Misel se enfadaría muchísimo cuando descubriera lo que había surgido de su imprudente danza.
Zhariva nunca le escuchaba cuando decía que no entrara a la Sala de la Creación. Misel le explicaba, que como él, ella tenía mucho poder, pero que era muy joven para encontrar la manera de manejarlo…y sin querer ella había encontrado la manera de controlarlo: bailando.
En ese momento Misel entró en la sala y miró alrededor y clavó su mirada en la joven diosa.
- Hermana, ¿qué has hecho?. No era el momento de esta creación, has cruzado un límite impensable en nuestra labor. En mis hombros está el peso de la vida y de la muerte y esta creación sin sentido no tiene futuro en el universo. Retírate del estanque, no hay solución para este mundo que has moldeado a tu antojo.
Zhariva salió entre lágrimas de la inmensa piscina y cada vez lloraba más y más. Las gotas de sus ojos caían en la tierra que sin mala intención había creado, pero en tan poco tiempo ya le había cogido cariño a ese trocito de tierra tan hermoso.
Misel se transformó en un enorme torbellino y la estancia se llenó de una fuerza aterradora y mágica que transformó la tierra creada en una gran bola de fuego. La habitación desapareció y todo flotó en el enorme vacío del espacio entre las estrellas mientras el cataclismo sucedía. Zhariva no paraba de llorar y sus lágrimas de compasión regaban la gran bola que ardía.
Misel la lanzó con una fuerza descomunal hacia la oscuridad del universo y las estrellas se vieron arrastradas tras el círculo incandescente. En un segundo la luz desapareció y todo volvió a la normalidad, quedando la habitación a oscuras y la frágil Zhariva tendida en el suelo, sollozando.
-Espero que hayas aprendido la lección, ya tendrás tiempo, cuando yo te reclame de ayudarme a construir bellos planetas con hermosos seres. Pero no cuando tú quieras, sino cuando la vida nos de la pauta a seguir y escuchemos a las estrellas para que esos mundos no sufran de la guerra ni los males de la Antigua Era.- dijo Misel.
-Lo siento- se lamentó Zhariva gimoteando.
-Ahora vete de aquí antes de que cometas otra locura.

Próximo capítulo dentro de muy poquito. Si os gusta me gustaría saber vuestras opiniones.

2 comentarios:

Ashira dijo...

Estoy deseando leer el segundo capítulo... no dudes en colgarlo. Me gusta como escribes. Felicidades!

Anónimo dijo...

Me ha encantado!!!

Más quiero masssss!!!!!

Besos impacientes de Luna