miércoles, 10 de diciembre de 2008

Mi Leyenda. Zhariva. Capítulo 2.



Capítulo 2:El Nacimiento de la diosa guerrera.

Pasaron los eones y ninguno de los dos sabía que aquel trocito de tierra que Misel desechó en la oscuridad de la noche eterna, había tenido una ventaja que otros defectos de la creación no tuvieron.
Las lágrimas de Zhariva, llenas de amor y compasión habían insuflado la vida en ese planeta para que sobreviviera lejos del estanque de la Esencia de la Vida y de la Sala de la Creación. Cada lágrima de desesperación de la joven diosa dio forma a los seres humanos.
Así fue como se forjó la humanidad. En el desconocimiento total de sus creadores. Aquel error era una realidad que evolucionaba, viendo crecer civilizaciones enteras que surgían de la asombrosa capacidad de adaptación del ser humano.
A la vez que la raza humana se desarrolló también se crearon infinidad de religiones, casi tantas por tantos siglos como arena hay en el desierto.
Cuando surgió la primera idea religiosa en la mente animista de los humanos, sus ruegos y rezos cruzaron el universo y en la Casa de Misel, se oía un leve murmullo como de agua. Ni Zhariva, aletargada desde el desafortunado incidente, ni Misel, oyeron ese sonido, ya que el estanque se nutría por un caño de oro que repiqueteaba continuamente.
Con el paso de los siglos tras ese primer sonido, el canto se hizo cada vez más fuerte y llegaba a todos los rincones de la Sala de la Creación, recreando un eco insoportable.
Misel estaba muy ocupado para prestar asunto y Zhariva se adentró con curiosidad en la sala que le había sido vedada.
Con temor se asomó al estanque y no vio nada extraño. El ruido no provenía de ningún sitio en concreto, estaba en el aire. Se sentó en el frío mármol y cerró los ojos para concentrarse e intentar encontrar explicación al sonido misterioso.
Y sin querer se acordó de su trocito hermoso de tierra y todo cobró sentido.
Empezó a oír con el corazón las plegarias desesperadas de los humanos, buscando respuestas a sus desgracias, reclamando el consuelo de sus dioses o compartiendo sus vivencias del día con la fuerza creadora.
Zhariva palideció al darse cuenta de lo que ocurría. Ella era la culpable de tanta pena y desconsuelo al haber abandonado a su suerte aquel pequeño y preciado mundo.
Misel no podía enterarse de eso.
De repente observó en el estanque un brillo metálico que la atrajo poderosamente. Caminó por la superficie hasta el centro mismo y hundió la mano en el agua para coger lo que parecía una joya. Cuando llegó hasta el fondo, tanteó hasta que tocó la superficie de un filo metálico, trató de asirlo pero en ese momento unas manos de agua la atrajeron hacia el estanque y la apretaron con fuerza bajo la superficie. Sufrió una enorme succión en su cuerpo y cayó al vacío del universo.
Cuando despertó estaba en una cueva fría y oscura, sentía afiladas piedras clavadas en el cuerpo.
Trató de incorporarse pero el techo era muy bajo y se golpeó en la sien. Se arrastró unos metros hacia delante y observó que una luz se abría al final de la caverna. En el momento de asomarse por el hueco, vio ante sí un valle y a lo lejos, casi en el comienzo casas de piedra y cuevas en las laderas. Al salir y recibir la luz del día se dio cuenta de que su ropa estaba sucia, casi tan negra como su cabello. Divisó un riachuelo cercano y trató de asearse un poco. La oscuridad de la ropa no salió y cayó en la cuenta de que en su viaje por el universo la blancura de su ropa fue teñida por la noche eterna.
Se adecentó lo mejor que pudo. Se recogió el pelo en un moño sencillo. Rasgó la falda por los lados de manera que pudiera trepar y correr si lo necesitaba. Cuando estuvo dispuesta, una nube se abrió y el sol iluminó el valle, calentando su piel después del refrescante baño y se dio cuenta de que en el fondo del riachuelo volvía a brillar algo como en el estanque de la Casa de su hermano Misel. Pensó que sería la puerta por la que llegó y se metió corriendo en el agua para volver a su casa. Pero al alargar la mano vio que era una espada curvada, con extraños símbolos y piedras preciosas incrustadas. Decidió cargar con ella a la espalda y la aseguró con una banda de tela de su falda. Cuando miró el reflejo que daba su imagen en el agua, no se reconoció, parecía una guerrera, segura y hermosa. Se sintió feliz. Era una diosa antigua perdida en un mundo que ella misma había creado y que la necesitaba más que nunca. Y Misel no sabía nada. Sonrió para sus adentros. Era libre de hacer lo que quisiera con su poder y su existencia y él no podía hacer nada
No sabía dónde estaba, pero por lo bello del lugar se imaginó que estaba en el mundo que ella creó, así que se dispuso a encontrar a la gente que tanto suspiraba por su ayuda y su consejo.
Trepó por unas rocas y atravesó un bosquecillo. Las ramas parecían apartarse a su paso y las rocas se transformaban para hacer su ascenso más fácil.
No se sorprendió. Ella era la fuerza de la tierra y la tierra se complacía de tener cerca a su creadora y haciendo su pequeña colaboración a los deseos de esa joven diosa.
....CAPÍTULO 3: ENCUENTROS Y MAGIA. Próximamente.

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